jueves, 12 de marzo de 2009

¿Sanción o rehabilitación?

Matt Stevens, pilier de Bath, de 26 años, 32 veces internacional con Inglaterra (a pesar de ser sudafricano), tras pasar un control antidopaje, después de un partido de Heineken Cup en diciembre, reconoció tener un problema con la cocaina, tras lo que pidió ayuda para poder salir del mismo.

Tres meses más tarde, la ERC, de acuerdo a las normas de la Agencia Mundial Antidopaje, le ha impuesto una sanción que consiste en la total prohibición de jugar al rugby por un período de dos años, así como cualquier actividad relacionada con este deporte. 

El jugador, que declaró haberse creído "a prueba de balas" contra este tipo de sustancias y haberse encontrado con la dura realidad de la adicción, ha dejado su club, antes de que se tomase ninguna acción contra él, "para evitarles pasar aún más vergüenza". Al encontrarse en el primero de sus cuatro años de contrato, se calcula que sus pérdidas, entre salario y su "contrato" con la selección inglesa ascienden a 1,4 millones de euros aproximadamente.

Junto con Lee Mears, su compañero de club y de selección, que le ha mostrado todo su apoyo, tiene pensado abrir una cafetería en Bath (el Jika Jika), mientras se entrena en solitario para su vuelta dentro de dos años.

En enero de 2009, la reglamentación de la Agencia Mundial Antidopaje cambió para diferenciar las drogas "sociales" de las drogas que mejoran el rendimiento deportivo.

En casos similares anteriores, el de Jason Keyter, jugador  de Estados Unidos e Inglaterra A, y el de Wendell Sailor, ala de Australia, ambos positivos por cocaína, la sanción también fue de dos años.

Entre los motivos de la dureza de la sanción, se argumenta que a los deportistas de élite se les presupone como modelos sociales, es decir, tienen que dar ejemplo con su comportamiento a la sociedad (en este aspecto, las altas instancias del rugby apelan a la nobleza intrínseca a este deporte y aplican sanciones más severas -por la misma infracción- que sus homólogas en otros deportes), así como que hay que mostrar absoluta inflexibilidad en estos casos para evitar futuras infracciones. 

Recientemente, Mike Tindall, centro de Gloucester y de la selección inglesa, ha dado positivo en un test de alcoholemia y le ha sido retirado el permiso de conducir (3 años) y no ha habido sanción alguna para él. Cierto es que el alcohol no es considerado una sustancia dopante (aunque ir haciendo eses con el coche después de beberse varias cervezas, una botella de champán y algún vodka con redbull no es un gran ejemplo para nadie), pero es bastante más peligroso para la sociedad alguien que conduce bebido, que alguien que consume cocaína. 

A un jugador que reconoce tener un problema personal de drogas, que no las consume para sacar ventaja respecto a otros jugadores, sino que "está enfermo" (s.i.c.), ¿se le debe sancionar con todo el peso de la ley y alejarle de su profesión durante dos años? o ¿se le debe permitir seguir en contacto con la misma como terapia adicional para salir de su adicción?

¿Se debe considerar que ha "hecho trampa"?

Hay opiniones en ambos sentidos, sin embargo, son más fuertes las que abogan por la reinserción del jugador a través del deporte. En cualquier caso, el sentimiento generalizado es que parar 2 años la ascendente carrera del jugador, sin permitirle entrenarse, sin buscar una opción mediante la cual, con una sanción por medio, pueda seguir en contacto con el rugby, pasando análisis periódicos hasta que demuestre que ha superado la adicción; lejos de ir en favor de la rehabilitación del jugador, puede ser contraproducente y, sobre todo, conlleva a desperdiciar el talento de un gran jugador.

Por otro lado, hay quien dice, que él sabía lo que le iba a pasar cuando empezó a consumir...

El debate está abierto.


5 comentarios:

Iñaki Lorenzo dijo...

Es complicado, por un lado lo comprendes, la rehabilitación através del rugby puede motivar a otros jugadores a que piensen que ellos si que lo controlan, pero que si no es así, pues bueno, luego lo reconocen y ya está.

Esto no creo que sea bueno, las sanciones deben de ser ejemplarizantes para evitar que los más jovenes atenten contra su salud y sus "heroes" no deben tener ninguna tacha en su expediente. al que conducía bebidole ponía la misma sanción y ademas le ponía a cambiar las flores de los cementerios de los tumbas de las víctimas de conductores borrachos.
Tolerancia CERO.

Iñaki Lorenzo dijo...

Se me olvidaba la sanción no exime al club de que apoye al jugador en su rehabilitación en todo momento. Un drogadicto es un enfermo y en una sociedad avanzada y solidaria (como es el rugby en si), no se abandona a los compañeros. Con lo que yo cambiaría el título del post por "Sanción Y rehabilitación"

davidpcab dijo...

Sanción, sin duda. Es un privilegiado en esta vida, que gana un dineral y debe ser un ejemplo. Si quieres tener pasta y esnifar hasta los pasos de cebra te dedicas a la construcción y nadie te dirá nada. Un saludo. Umbral

Garganta Profunda dijo...

No creo compatibles el ejercicio profesional del deporte y la adicción a las drogas. Como cualquier otro contrato laboral, un vínculo profesional con el rugby conlleva una serie de obligaciones y derechos claramente diferenciados de los que practicamos de manera amateur este deporte.

Sí, Mr. Stevens tiene como cocaínomano reconocido una gran necesidad de ayuda si desea rehabilitarse, o sea controlar y/o deshacerse de su adicción, pero claramente debe hacerlo fuera del ejercicio profesional del deporte. Si quiere jugar en mi club amateur mientras se desintoxica, más que bienvenido.

Un deportista profesional (y ojo no digo de élite) debe practicar su deporte libre de sustancias que de alguna u otra forma puedan darle una ventaja frente a los rivales, pero también libre de sustancias que le puedan afectar negativamente en su rendimiento, algo que a veces se deja de lado en los debates. No olvidemos que su Club está inviertiendo buenos recursos en su contrato, como para que el sujeto no rinda adecuadamente por consumir unas rayitas.

Repito, no veo compatibles deporte profesional y drogas, pero es que tampoco veo compatibles comportamientos incorrectos, ponerse en peligro por ejemplo jugando otro deporte que no sea el suyo, etc. Queramos o no, un deportista de élite "vende su alma" a sus obligaciones profesionales. Yo tampoco puedo llegar mal vestido a mi empleo, no es aceptable. Y te aseguro que ya me gustaría no poder meterme de todo a cambio de vivir jugando al rugby...

Además, el deportista profesional es un modelo, un ejemplo, un icono. Mientras que nuestra sociedad reclame ídolos limpios de drogas, no cabe esta mezcla. Será más o menos hipócrita, pero es lo que nos hemos puesto como reglas del juego.

Iñaki Lorenzo dijo...

Yo iría más allá, Garganta, parafraseándote y modificando lo que has dicho, "No creo compatibles el ejercicio profesional del deporte y la adicción a las drogas." Yo no veo compatible la práctica de ningún deporte con las drogas, es algo totalmente opuesto, por un lado intentas sacar lo mejor de ti, en este caso además compartirlo con tus compañeros para tener un objetivo común: que el equipo progrese. Si haces doping, sea el que sea atentas contra ti y contra tus compañeros, me da igual si te metes rayas, si cosumes EPO o si como gervasio Defer, te fumas un porro, hagas lo que hagas te perjudicas a ti y a tu equipo, con lo que profesional o amateur: Tolerancia cero (en mi modesta opinión, claro).
Coincido también con G.P. en que hay también otros muchos comportamientos incorrectos y que debían ser sancionados dada la posición de "ejemplos públicos" que las figuras del deporte tienen para los más jóvenes.